La otrora Real de la Limpia
Concepción de los Álamos, población típica, de origen platero, ubicada en el
sureste del norteño estado mexicano de Sonora, al pie de la sierra Madre
Occidental, se jacta de ser Ciudad de portales, tenores y divas, por la imponente
arquería de su plaza de Armas; así como por ser cuna del cantante Dr. Alfonso
Ortiz Tirado, “tenor de América” y de la mundialmente famosa estrella
cinematográfica, María Félix, “La Doña”.
Los casi 10000 alamenses
también están orgullosos de una exótica curiosidad: las gramíneas brincadoras,
habichuelas que pueden conseguirse ahí, durante alguna de las muchas fiestas
que se llevan a cabo en Álamos, que es como se conoce ahora, a esa mágica
población de calles empedradas. Estos “frijoles saltarines”, que realmente no
son frijoles, si saltan, por eso Francisco Gabilondo Soler, el inolvidable,
para los que ahora cursamos la tercera edad, Cri Crí, el Grillito Cantor,
compuso en 1954 una canción que con el título “Frijoles Saltarines”, en la
primera estrofa dice:
En el norte hay frijoles
muy curiosos de mirar
porque tiemblan, se
estremecen
y se mueven sin cesar.
En 1934, un mexicano
residente en París, como perfecta prueba del carácter mágico de su tierra de
origen, exhibió las asombrosas judías. Los frijoles saltarines, se sacudían, de
modo intermitente, cada uno por su lado. Para quien los miraba en estado de
inocencia, se entregaban a un baile maravilloso. Muchos encontraron la
explicación irrefutable de los frijoles saltarines en la magia natural. Estaba
ahí, a la vista de quien quisiera verlo, tal como en México a la vista del
pueblo inocente, el innegable fenómeno.
García Márquez, después de
20 años de residir en México, confesaba sobre la realidad increíble mexicana
“yo podría pasar todavía horas enteras, como lo he hecho tantas veces,
contemplando una vasija de frijoles saltarines”.
Aunque los misteriosos
frijoles saltarines son auténticamente mexicanos, curiosamente muchos
compatriotas nunca han tenido contacto directo con tan simpáticos frijoles; en
tanto en varias partes del mundo son admirados, por ejemplo en países europeos
como Suecia, España y Francia en donde son conocidos como “haricots sauters”.
En los Estados Unidos los “jumper beans”, se utilizan para jugar en Las Vegas,
Nevada y en Orlando, Florida han sido comercializados por Radio Shack, con el
atractivo nombre de “Real Jumping Beans”.
Cuando se ven por primera
vez en forma inadvertida, inmediatamente después de la sorpresa,
inevitablemente uno pregunta ¿qué son?, Ante la respuesta “frijoles saltarines”
recuerda uno las nociones elementales de biología que dicen: Las principales
características del reino vegetal son “los únicos seres capaces de fabricar su
propio alimento” “no tienen órganos de los sentidos” “no pueden desplazarse de
un lugar a otro”; en tanto que el reino animal “se relaciona con el exterior a
través de los movimientos (andan, vuelan o nadan). No puede haber frijoles
animales. Cri Crí en la segunda estrofa menciona:
Por el porte son iguales
al fríjol que hay por acá,
pero saltan, brincan, danzan
y se agitan sin parar.
La capital de los
intrigantes “frijoles saltarines” es la parte serrana de Álamos, en donde se ha
constituido como una tradición local, pero también se pueden encontrar en
algunas zonas desérticas de Chihuahua y Arizona, alcanzando precios
relativamente elevados desde que se expenden en pequeñas cajas de plástico y en
grandes contenedores, masivamente en línea (triple w jumping-beans.com), en tiendas de novedades y
por vendedores ambulantes en ambos lados de la frontera.
El legendario “rey de los
frijoles saltarines” es el Sr. Joaquín Hernández, que cuando solo tenía doce
años vio el potencial para su comercialización, después de mas de 60 años se ha
convertido en una prospera industria, que emplea 50 personas para la selección
y embalaje, exportando hasta ahora unos 20 millones de frijoles; extendiendo el
ciclo de verano normal de los frijoles, de finales de julio hasta finales de
abril, por la puesta en temperatura controlada en refrigeradores.
Observar sus movimientos,
además de divertir, invariablemente llaman mucho la atención, las personas
tratan de adivinar el supuesto truco que hay detrás de esos “brincos”; Todo el
mundo se ha maravillado con sus erráticos movimientos, o ha escuchado una
fabulosa historia acerca de ellos, pues cada quien tiene una hipótesis que
pretende resolver este misterioso fenómeno. El mismo Cri Crí en la tercera
estrofa, adelanta que todo esto tiene una explicación científica y no mágica.
Ese gran misterio
un buen sabio estudió,
y al abrir el frijolito
toda su ciencia se
sorprendió.
El ciclo vital del brincador
se inicia cuando una mariposa nocturna o polilla (Tineoidea laspeyresia saltitans) deposita miles de
huevecillos en la flor de un espinoso arbusto caducifolio (Sebastiana
pavoniana), muy parecido a los naranjos y común en la sierra de
Sonora, específicamente en Álamos.
Cuando sale del huevo, la
larva entra en la vaina de la semilla y sigue creciendo en el interior de la
flor, que forma un trébol con tres cascaroncitos, técnicamente llamados carpelos, pero solo se aloja uno de
ellos y se separa de los otros dos para caer al suelo con la primera lluvia del
verano.
Después de 20 días, las semillas
afortunadas con huésped, empiezan a brincar (sobre junio) y no paran hasta
cinco o seis meses después. Cri Crí lo resumió así:
Porque hay un insecto
chaparrito y bailador
que se mete, no sé cómo,
a divertirse en cada fríjol.
El movimiento del frijolito
se produce cuando se alimenta en el interior de su “casita”, la cual procura
mantener fresca y por eso salta más cuando está en el sol, o al aplicárseles
calor con un cerillo. Después de 3 o 6 meses la mayoría de las larvas se
convierten en pupas y hacen un orificio para salir. Finalmente, el habitante
del frijolito se convierte en una mariposa nocturna (polilla dorada) y reinicia el ciclo de cada verano con los
pocos días de vida que tiene al aire libre, para que a partir de junio nazcan
nuevos brincadores.
La cosecha anual llega a un
par de millones de frijoles, siendo muy interesante especular acerca de la
energía necesaria para que la polilla mueva de un salto al carpelo en donde
esta contenida (frijol saltarín), pues ambos pesan casi igual, aproximadamente ocho
centigramos. Para logar esta hazaña, hila un forro de seda con la secreción de
sus glándulas salivales, que cubre las paredes interiores del carpelo, con lo
que la larva es capaz de transferir toda la fuerza de su movimiento al carpelo.
Lástima
merecería ser verdad que los frijoles fueran los que brincaran, pero los
racionalistas han explicado el proceso. García Márquez dice “La explicación me
parece pobre: lo maravilloso no es que los frijoles se muevan porque tengan la
larva dentro, sino que tengan una larva dentro para que puedan moverse”.
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